lunes, 3 de septiembre de 2012

SAN CIPRIANO (INTRODUCCIÓN)




SAN CIPRIANO

El santo que se venera con este nombre, fue antes de su conversión al cristianismo, uno de los magos más famosos que se ha conocido.
 
Nacido en Antioquia, entre Siria y Arabia, de padres muy ricos y poderosos, ejerció todas las artes mágicas hasta la edad de 30 años, en que se convirtió a la religión de Cristo.
 
Dejó escritos infinidad de libros de hechicería, producto de de sus muchos conocimientos y de las propias maravillas que ejecutó en su época de mago, y que causaron la admiración de todas las gentes.
 
Ejercía un poder formidable sobre los espíritus infernales, que le obedecían en todos sus mandatos. Llegó a efectuar sorprendentes encantamientos.
 
Tuvo dominio absoluto sobre las personas y los elementos, debiéndose su conversión al cristianismo al siguiente raro suceso:
 
Había en Antioquia una doncella cristiana llamada Justina, tan rica como hermosa, hija de Edeso y Cledonia, los cuales la habían educado en su religión que era la de los gentiles. Justina oyó un día predicar a Prailo, diacono de Antioquia, y al escuchar las bellezas ideales de la religión cristiana, se convirtió a ella, logrando poco después que sus mismos padres se hicieran cristianos.
 


Un joven llamado Aglaide, se enamoró de Justina y la solicitó por esposa, pero no la pudo conseguir porque ella ya se había ofrecido a Jesucristo.
 
Desesperado Aglaide recurrió a Cipriano el Mago para que doblegara aquella mujer que tan rebelde se mostraba en sus deseos, el cual aplicó al efecto todos sus hechizos y encantamientos, invocando a los espíritus para que le ayudaran en su empresa.
 
Todo, sin embargo resultaba inútil. Justina resistía toda clase de sortilegios, porque se hallaba bajo la intercesión de la Virgen y auxiliada por la divina gracia de Jesús, teniendo además en la rayas de su mano derecha el signo de la cruz de San Bartolomé, la cual por si sola tiene poder contra toda clase de maleficios y encantamientos.
 
Lleno Cipriano de furor al verse vencido por una tan delicada criatura, se levantó contra Lucifer y le dijo:
 
¿En que consiste, ¡OH genio del Averno! que todo mi poder se vea humillado por una tan débil mujer? ¿No puedes tú tampoco con tanto dominio como posees someterla a mis mandatos? ¿Dime luego que talismán o amuleto la protege que la da fuerza para vencerme a mí y hacer inútiles todos mis sortilegios?
 
Entonces Lucifer obligado por orden divina le dijo: El Dios de los cristianos es Señor de todo lo creado, y yo a pesar de todo mi dominio estoy sujeto a sus mandamientos, no pudiendo atentar contra quien haga uso del signo de la cruz. De esto se vale Justina para evitar mis tentaciones.
 
Pues siendo esto así, dijo Cipriano, desde ahora me hago discípulo de Cristo; lo cual hizo, logrando mas adelante recibir el martirio y ser contado en el número de los santos.
 
 

 
 
 
 

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